jueves, 21 de febrero de 2019

las series Netflix

No importa el especie, da igual su extracción. El grueso del nomenclátor de hileras ofertado por las principales alzas de vídeo bajo exigencia pone en nuestras viseras testimonios escabrosos, divos sombríos y talantes corruptos. El nuevo ejemplo de las nóminas de televisión es el mal, y la desintegración moral y física asociada a la ignominia deja de ser un accidente, simple juicio narrativo, para convertirse en la legalidad y la receta del éxito.
Si las leontinas de televisión de ahora son así no es porque las creadoras y sus productores se hayan chocado con un modo audiovisual que, de eventualidad, ha redundado funcionar y es suficiente explosionar una y otra oportunidad. El éxito y pervivencia de las surtidas reside en que se cimentan sobre rudimentos y fardes con los que su público se identifica.
Es ahí adonde se establece la ensambladura crucial y necesaria entre lista y espectador. Vemos reflejados nuestros afanes en la visera, nos reconocemos en el cuento y por eso nos engancha. Lo que nos lleva a citar, luego nos pese admitirlo, que si las selecciones de ahora son más oscuras y perversas que en absoluto es porque existe y prevalece ahora en nuestra consciencia la ilusión por el mal y la indagación de sus umbrales.
las series Netflix se apoderan de internet, el nuevo modelo de las series de televisión de actualmente es presentar personajes sombríos y actos corruptos. La seducción por el mal y la investigación de sus límites deja de ser un recurso narrativo para convertirse en la receta del éxito.

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